Imagen de Harry Strauss en Pixabay |
Las personas han asimilado mi ser como al de una planta, inerte, inmóvil y alexitímico. Soy incapaz de buscar algo, aunque lo desee, pero no quiere decir que realmente no pueda llegar a querer algo lo suficiente. Lo que tengo a mi alrededor es un jardín con las plantas más bellas que existen, se parecen a mí, pero son diferentes y únicas por sí solas.
En este bello jardín han pasado múltiples acontecimientos que han hecho que por épocas se marchitara, pero siempre el cielo nos ha brindado los suficientes agua y sol que necesitábamos para volver a crecer más grandes y fuertes que antes. Nunca ha caído una noche eterna que pudriera nuestros tallos y nos hiciera morir.
Un día como otros tantos vi llegar una pequeña abeja, era extraña y no parecía saber lo que hacía. Por azar del destino se posó sobre mí y me habló, nuestras conversaciones siguieron como si de un tiempo imperturbable se tratara. En el jardín nos conocían y hasta el sol y el agua nos aprobaban, pero no había palabras que nos pudieran unir lo suficiente. El tiempo al igual que al planeta y a los animales nos hizo crecer, pero nos alejó irremediablemente y un día oscuro y lluvioso decidimos decir adiós para nunca más vernos otra vez.
Una abeja en el jardín by José Andrés Duarte Hidalgo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
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